Teatro La Merced, Sarmiento esquina Alem
RICARDO DEBELJUH.-
¿Qué es el teatro?
HUGO MOLINA.- Es
curioso, uno puede desarrollar una actividad, estar en algo permanentemente,
relacionarse con eso. Dirigir y escribir teatro, circunstancialmente hacer
algún personaje como actor, pero no tengo una definición precisa. Y esto hay
que analizarlo con mucho cuidado porque no necesariamente implica que no la
haya. A veces pasa que lo que uno trata de sintetizar, sea más complejo o más
amplio, pero podríamos decir como en una definición general que es un modo
esencial de expresión. No quiero caer en un lugar común de decir que es la
reunión de todas las artes, como la música y la pintura, porque, además, procura
una forma esencial de expresión y un contacto directo con el público
R. D- ¿Se nace o
se hace un actor?
H. M.- Es algo
inherente a la persona. Cualquiera de nosotros en mayor o menor medida, alguna
vez pensó el hecho de la actuación. Por eso es tan antiguo y ha resistido
tanto, enriqueciéndose en los períodos de crisis. Cuando parece que van a
derrumbarlo, salen dos tipos con dos sillas y hacen algo, por estar
directamente vinculado con las personas.
Hay técnicas y
hay procesos para aumentar las capacidades y hay personas con un don determinado.
Pueden ocurrir ambas cosas.
R. D.- ¿Teatro
Abierto?
H. M.- Fue algo
que no solo sirvió para promover espectáculos de una determinada
característica, sino que produjo un movimiento enorme. Por eso hablo del teatro
y de su implicancia tan fuerte con la gente.
R. D.- ¿Y el tema
de escribir una pieza teatral?
H. M.- A veces da
el primer paso la motivación. En el caso del grupo que formo y dirijo RE16
(entre 16 y 19 años), es una cosa tangencial. Los chicos con sus
características, escribir para ellos, cuidando el techo, por las edades. No
estoy hablando de un aspecto moral, aunque eso está implícito, sino me
refiero a las posibilidades de ellos,
los yacimientos donde pueden ir a buscar experiencias distintas a los de un
adulto. Entonces la motivación es la que surge y la que plantea hacer una obra
sobre qué. Yo tengo un sistema muy sencillo: me tomo un tren hasta La Plata y
cuando vuelvo estoy con la obra. Lo
cuento no como un hecho circense, sino que debe haber algo ahí que me hace
funcionar así.
R. D.- ¿Qué
cambió Hugo Molina hoy, desde aquellos años donde comenzabas a transitar el
camino del arte?
H. M.- Por ahí en
aquel momento uno soñaba los sueños, ahora uno tiene que sostener los sueños.
Creo que el espíritu de descubrimiento, de comienzo de las cosas. Esa especie
de utopía, y creo que, además, uno tenía otra edad. Ahora es soñar y revisar en
la medida de lo posible, esa es la diferencia positiva que tiene que
establecerse.
R. D.- ¿Por y
para qué escribís obras de teatro?
H. M.-
Básicamente el tema de la literatura teatral es un tema artesanal. Es decir, demanda
en forma indispensable pasar por el teatro, relacionarse con él, sus tiempos y
espacios. El desafío es, con la mayor economía de recursos, lograr
sencillamente crear una situación humana esencial, de importancia. Ese es un
logro más grande que las grandes palabras, y de lo que uno puede aspirar
inocentemente al principio. Uno ve el esfuerzo de los autores capitales, por
ejemplo, en lograr y fijar una situación humana y fundamentada. Si uno logra
eso es maravilloso, pero es sumamente difícil. Tiene que ver más con la
economía que con la proliferación de frases ingeniosas.
Hay casos de
autores que han escrito grandes obras de corrido. Pero normalmente hay que
trabajar mucho si se quiere hacer algo trascendente que toque la fibra de los
otros, tiene que movilizar cosas personales. Cuando se hace en serio no es nada
sencillo. O´Neill hace su obra autobiográfica como en “El viaje largo del
día hacia la noche” y pide que la estrenen cincuenta años después de su
muerte. Es un día en su vida desde la mañana hasta la noche de toda su familia,
la madre drogadicta, el padre con problemas. Él puso el alma allí. Lo que pide,
no lo pide por casualidad. No se desciende hasta ahí gratis, no se va hasta esas
regiones con ingenio nada más. Hay que poner otra cosa un alto grado de
compromiso. Si no hay pasión no hay creación. Por ahí pasa la cosa.
R. D.- ¿Talleres
literarios?
El aspecto más
saliente que tienen, considero que es el intercambio. En el fondo creo que la
excusa es esa, porque no me atrevería a decir, al estar con tal persona vas a
llegar a ser un escritor fabuloso.
R. D.- ¿Qué libros
te gustan y entre las obras de teatro?
H. M.- Me gustan
los policiales en materia de literatura, porque me relajan. El cuento es un
género que disfruto mucho. Me gusta el teatro realista americano, de Tennesse
Williams, Arthur Miller, Discépolo por
la impronta en lo nacional, Griselda Gambaro también. A veces con los
escritores, los nombres se revisten de cierta pomposidad, y ésta oculta, a
veces, el verdadero sentido. En el mundo Ibsen, Pirandello, Shakespeare desde
ya. A veces hay una interpretación
errónea que nos distancia de esos autores y su obra. Cuando uno los lee
detenidamente, se da cuenta que aquello que le parece impresionante, es porque
han encontrado el modo más simple de expresar lo propio y lo esencial.
R.D.- ¿Qué dirías
de tu historia?
H. M.- Es simple,
la historia de alguien común. Nací en Capital y viví la mayoría de mis años en
Quilmes. Desde los veinte me contacto con el teatro y desde ese momento escribo
y trabajo en teatro.