Decía en una nota publicada en EL QUILMERO el jueves 8 de noviembre de 2012: "La
muerte es ese trayecto democrático que en forma fortuita nos hace a todos
detener la marcha. La muerte de
los seres queridos, cercanos, con quienes
atravesamos la vida también nos despoja de pedazos nuestros, porciones de vida
irrecuperables. Sólo la memoria y la consecuente misión de divulgar su
existencia los devuelve."[1] El día anterior, 7 de noviembre de 2012, había muerto una de las personalidades de notoria trayectoria en la cultura y sobre todo en la dramaturgía quilmeña, Leopoldo Russo, tenía 70 años.
El 6 de noviembre, del año siguiente, se le hizo un homenaje en Casa de Arte Doña Rosa organizado por Gustavo y Paula Castignola y se bautizó con su nombre una sala de esa espacio cultural, donde Leo transitó varios años de su vida artística. [2] En ese homenaje quien suscribe tuve el honor leer el poema-pensamiento-reflexión que Leopoldo le envió a sus amigos más queridos el 15 de octubre de 2008 [3] Este reportaje hecho por Cristina Oller y Ricardo Debeljuh en su programa radial "Retratos en la ciudad", en noviembre de 2003, que se halla en el libro homónimo y que aquí se transcribe aporte una nueva visión de la figura de este entrañable amigo quilmeño. (Chalo Agnelli)
¡CON EL TEATRO EN LAS VENAS!
RICARDO
DEBELJUH.- Nuestro invitado de todas las noches, hoy, es Leopoldo Russo, actor,
director de teatro, dramaturgo y maestro de actores.
CRITINA
OLLER.- ¡¡Nuestra personalidad de hoy!! Buenas noches, cómo estás.
LEOPOLDO
RUSSO.- Buenas noches. Gracias por la invitación y gracias por lo de
personalidad.
R.D.-
Es difícil el trabajar en teatro hoy.
L.R.- Siempre lo fue. Complicado porque hay que
rebuscárselas solo, luchado con los presupuestos cuando uno trabaja de manera
independiente como hacemos nosotros. Pero la gente colabora. Siempre hay amigos
que regalan cosas; que donan elementos que para ellos no sirven, pero para
nosotros son diamantes. Por ejemplo un compañero iba a tirar unas planchas de
telogopor muy gruesas y nosotros las transformamos en un colectivo. Eso tiene
que ver con el ingenio y la creatividad. Es lindo el asombro de los chicos que
recién empiezan cuando nos ven transformar objetos insólitos. Uno advierte que
están aprendiendo. No sólo somos hacedores en el teatro, sino que también nos
sentimos maestros. Yo lo soy, docente teatral, coordinador de talleristas. Me
maravilla trabajar con los chicos que vienen a colaborar y percibo que van
descubriendo que hay otros caminos. Que no todo pasa por el dinero, que mucho
pasa por el ingenio, la imaginación, la creatividad.
Y aprenden a compartir.
L.R.- Sí, por supuesto. Porque todos juntos, entre
mate y mate, bizcochito y bizcochito van haciendo las cosas, preparando
engrudo, pegando papelitos, pintando cosas. Aprenden que compartiendo se puede
hacer de la nada algo útil.
R.
D.- ¿Cómo empezaste con esto del teatro?
L.R.- Empecé de muy chico. Esto no lo digo para achicarme la edad. Tenía 15 años. Sabía que era mi destino. En esa época la obligación era hacer estudios secundarios y una carrera universitaria. No sé que
L.R.- Empecé de muy chico. Esto no lo digo para achicarme la edad. Tenía 15 años. Sabía que era mi destino. En esa época la obligación era hacer estudios secundarios y una carrera universitaria. No sé que
tan bueno soy en el teatro,
pero sé que hubiera sido muy mal odontólogo. En aquellos tiempos era más
difícil, porque había que enfrentar a papá y mamá. Un día les dije que la culpa
la tenían ellos porque habían sido los que desde pequeño me llevaban al teatro
y al cine, pero sobre todo al teatro. Eran amantes del teatro. Mi abuelo había
sido actor de circo, payador. ¡Algo corría por las venas! Y mis viejos al no
tener otra cosa a mano usaron la resignación y me dijeron “hacé lo que
quieras”. Empecé en la primera escuela de teatro que hubo en Quilmes que
fue la de Bellas Artes cuando aún no estaba en la Morel. Luego seguí con
Marcelo Lavalle en el Instituto de Arte Moderno.
El
gran profesor para mí fue Santángelo. Un director del Teatro General San Martín
durante muchos años con el que aprendí mucho de teatro argentino. Era un
experto en grotesco y en sainete. Él me llevó de la mano en todo eso. Y otro
maestro fue el director con el
que laburé durante varios años, Norberto Martín.
Me dirigió en la mayor parte de las obras que hice. Allí aprendí muchísimo. Una
función de teatro es mejor que diez clases, si uno sabe asimilar. Una serie de
ensayo y una función ante público enseñan mucho. Después la teoría perfecciona
y, a veces, en la conducción de un profesor o en la lectura de la teoría uno
descubre qué cosa es lo que estaba haciendo. Lo confirmás en la teoría. Mario
Marín, en el seminario que acaba de dar, decía que lo que estaba enseñando
allí, lo que trataba de transmitirnos permitirá apreciar que si bien lo
formalizamos de alguna manera uno ya lo venía haciendo. Es como meterlo en una
cajita y agregarle el rótulo esto se llama tal cosa. ¿Sí? ¡Después, años
de trabajo y años estudiando!
Ahora,
después de 4 ó 5 años de no hacer nada me puse a hacer ese seminario porque
creo que es obligación. Si uno no se entrena pierde el ritmo. No se puede jugar
al fútbol sin entrenamiento porque a los 5 minutos se deja la lengua afuera. Y
lo mismo le pasa al actor, al
bailarín, al escritor escribiendo constantemente,
al pintor ejercitando su paleta. Me siento contento de tener las ganas de
seguir estudiando. Es la recomendación que les hago a los chicos que estudian
teatro.
R.D.-
¿Es necesario para un director de teatro haber sido o ser un buen actor?
L.R.-
No es necesario. Yo trabajé con directores que nunca actuaron. Por ejemplo el
caso de Marcelo Lavalle, fue director y Santángelo lo mismo, uno de los grandes
directores que tuvimos en la Argentina, sin embargo como actores nunca fueron
descollantes. Hicieron intervenciones menores en cine. De Santángelo recuerdo: “Fin
de fiesta”, “La película”. Creo que
en el fondo no les interesaba la actuación porque puestos en el trabajo de
dirigir eran una maravilla. La sabían todas. Ellos venían de lo que fue el gran movimiento del teatro
independiente aquí en la Argentina: Alejandra Boero, Pedro Asquini, Ricardo
Passano, padre, fundador de “La Máscara”,
Gandolfo, Alesso, Alberto Ure.
Hoy están mucho más dispersos. En esa época estaban todos muy unidos. El curso
que hice con Santángelo fue en un lugar que se llamaba “Fundación para el
estudio de las artes”, donde los profesores eran, además de Santágelo,
Guillermo de la Torre en escenografía, Milagros de la Vega en actuación, Carlos
Gorostiza, en dramatización, ¡Figurones!
Cuando
conocí esos nombres creí que no podía costeármelo, que debía ser como ir a
Mónaco. Sin embargo, para aquella época, treinta años atrás, uno con un
sueldito de empleado se podía pagar el curso. Creo que hoy a los que intentan
hacer eso les resulta más difícil.
R.D.-
¿Por eso, no crees que la situación económica colaboró con la dispersión de los
personajes que se destacan en ese rubro en la actualidad?
L.R.- Por supuesto. Todos estos procesos que hemos vivido han llevado a un individualismo impuesto desde afuera, para salvar la olla. Cualquiera - hasta yo mismo - se arma el quiosquito. Tengo un
L.R.- Por supuesto. Todos estos procesos que hemos vivido han llevado a un individualismo impuesto desde afuera, para salvar la olla. Cualquiera - hasta yo mismo - se arma el quiosquito. Tengo un
espacio, entonces instalo un taller
de teatro para poder trabajar. En mi caso tengo la suerte de trabajar para los
Talleres Barriales de la Municipalidad de Quilmes, entonces estoy contratado
por ellos, pero, de otro modo, tendría que trabajar de otras cosas, que es lo
que hice siempre, pero que en este momento me están vedadas. Los lugares donde
yo trabajé ya no existen. Mi especialidad prácticamente está en manos de gente
muy joven. Entonces me sería difícil, tampoco quiero. Para nada. Prefiero la
tranquilidad del trabajo que me gusta con la alcancía menos llena.
C.O.-
Vamos a la música que le gusta a Leopoldo Russo. “La Masa”, de y por
Silvio Rodríguez.
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C.O.-
Seguimos en “Retratos en la ciudad” indagando en esta personalidad que
nos acompaña Leopoldo Russo director de teatro.
R.D.- Leopoldo, la pregunta es la siguiente: ¿Cuáles son los directores y actores argentinos que preferís?
R.D.- Leopoldo, la pregunta es la siguiente: ¿Cuáles son los directores y actores argentinos que preferís?
L.R.
- Hay una raza de directores que vienen de otras generaciones como Gandolfo,
Augusto Fernández, el mismo Alesso, que son fundacionales de los nuevos; que no
sólo se dedican a sus puestas en escena sino que, además, son investigadores de
teatro como el caso
de Ricardo Bartis, Daniel Veronese, Alejando Tantilian,
Rubén Pires, a quien conozco y que es un tipo que ha hecho puestas en el
Cervantes, en el San Martín, es un estudioso del teatro. Y en cuanto actores:
el eterno Alfredo Alcón, a quien siempre le saco el sombrero cuando lo veo;
actuales Darío Grandinetti, Miguel Ángel Sola, que le hace honor a su apellido,
el de la familia Vehil, capaz de desdoblarse en personajes como los de “Casa
de Fuego”, “Asesinato en el Senado de la Nación” donde interpreta esa rata
de albañal que compone magistralmente; también Leonardo Sbaraglia; de las
chicas: Leticia Brediche, Victoria Oneto.
R.D.- ¿Qué me decís si te digo “Stéfano”?
L.R.-
¡Ah, bueno! Me hace recordar muchas cosas buenas y muchas malas. Las buenas es
que fue una obra que acaricié durante mucho tiempo hasta que por fin logré
hacerla. Fue en el ochenta y algo, con la Comedia Municipal de Quilmes, la
actuación importantísima del que era protagonista en ese momento y el resto del
elenco que lo
acompañaba. Creo que es una de las mejores obras del grotesco; un
género auténticamente argentino. Que si bien tiene raíces por Italia es
típicamente argentino y específicamente
creado por Armando Discépolo que es el autor de Stefano. El año pasado se dio
en el Cervantes. Lo hizo Luis Brandoni, que es un actor que me gusta pero tengo
otra imagen de Stéfano que no es precisamente la de Brandoni. Sí la vi con José
Slavin. Algunos prejuicios uno tiene. Es una obra que necesita una poética muy
especial. Es una tragedia nuestra muy lírica de modo que se necesita un actor
que pueda dar con una cuerda muy definida y a él no se la veía. Después me
arrepentí porque hay gente que la vio y me dijo que estuvo espléndido su
trabajo.
Y
lo malo fue que durante los ensayos de Stéfano me agarré una hepatitis y estuve
cuatro meses en cama. Fue terrible porque se atrasó todo y no creo que haya
podido darle a la obra todo lo que hubiera querido. Me quedó en carpeta.
R.D.-
Y hablando de carpeta que obra te gustaría poner.
L.R.-
¡Tanto! Tuve el gusto de hacer en 1971, “Romeo y Julieta” dirigido por
Norberto Martín, lógicamente no podría hacer hoy el Romeo, como verán, pero es
un proyecto que acaricio, juntar una banda de gente muy joven en una versión
muy libre, distinta, respetando el texto original pero agiornada. Shakespeare
abarca todo en teatro. Todo lo que necesiten de teatro búsquenlo en Shakespeare
que lo van a encontrar. Es un texto magnífico que a los chicos les despertaría
muchas cosas. Es uno de mis tantos.
R.D.-
¿Recordás “El Zoo de Cristal”?
L.R.- ¡¡Sí!! Lo hice en la Colón de Quilmes, dirigido por Hugo Molina, fue una de sus primeras obras. Y tuve el gusto de hacer un personaje hermoso, el Tom, el hermano...
L.R.- ¡¡Sí!! Lo hice en la Colón de Quilmes, dirigido por Hugo Molina, fue una de sus primeras obras. Y tuve el gusto de hacer un personaje hermoso, el Tom, el hermano...
C.O.-
Hugo Molina inauguró nuestro ciclo.
R.D.-
Hablame sobre esta gacetilla que nos trajiste del 'Generador'; ya no 'La Usina'.
L.R.- El 'Generador' va a remplazar el otro
nombre que tenía este espacio de cultura donde colaboré, allí en Saavedra 132,
entre San Martín y Moreno, y con este nuevo nombre, pronto vamos a estrenar “Desde
la lona” de Mauricio Kartún. Para nosotros Kartún es un muy querido autor
actual. Nuestro elenco se llama “El Partener”
justamente porque la
primera obra que hicimos fue esa, “El Partener” de Kartún. Él nos abrió
puertas. Mauricio en una oportunidad me regaló el libro “Desde la lona”
y de cabeza lo hicimos. Primero con muy pocas funciones en lo que era “El
Galpón de la Comedia”, aquí cerca, en Tucumán y Vicente López. Y como no la
vio mucha gente decidimos con el mismo elenco del 99 reponerla. Es bellísima,
entretenida, que pasa del humor a la crueldad y que habla de la esperanza. Es
un grotesco también. R.D.
- Agradecidos Russo por tu visita, te despedimos.
C.O.-
Y nos tendrás de público en “Desde la lona”.
L.R.- La disfrutarán. Les agradezco a ustedes pues me gusta mucho la radio. Y en esta tuve un programa una vez.
L.R.- La disfrutarán. Les agradezco a ustedes pues me gusta mucho la radio. Y en esta tuve un programa una vez.
Festejos de los 50 años de teatro en Casa de Arte Doña Rosa.
COLOFÓN DE VIDA
El 13 de noviembre de 2013, otro grande de nuestra tradición y nuestra cultura, ya ausente, escribió en EL QUILMERO: "Estimadísimo Chalo. Te quiero felicitar por el excelente artículo sobre
Leopoldo Russo en EL QUILMERO. Que cariño y que pasión en ese homenaje.
No se de quién fue la idea de recrear su escritorio. Pero es una de las
cosas mas finas, de buen gusto, reverenciales y de un alto nivel
cultural. Es el hombre que trasciende los objetos y aún sigue viviendo
en ese espacio, pues todo era Él y el espacio vacío era una ausencia
apenas temporal. Gracias Amigo". Alejandro Re
Entrevista para el programa radial
"Retratos en la ciudad" de Cristina Oller y Ricardo Debeljuh
desgrabación y argumentación, Chalo Agnelli
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