lunes, 2 de marzo de 2015

EDUARDO ROUILLET - PERIODISTA - JUNIO 2003

CRISTINA OLLER.- ¿Cómo fueron tus comienzos? 
EDUARDO ROUILLET.- Después de estudiar antropología durante unos cuantos años se me abrió la posibilidad de trabajar en el diario El Sol, sin cobrar un mango durante dos años. Haciendo lo que todo el mundo: empezar armando carpetas, enviando una especie de prontuario periodístico, con el que un día entrás a tocar timbres y a alguna relación, lo que nunca funciona. De viaje por Bariloche, en el hotel donde me alojaba en pleno Centro Cívico se encontraba la sede del diario Río Negro y dejé un material. Todavía no había regresado y ya tenía en casa una carta pidiéndome material original. Entonces mandé mi primera nota a Hermenegildo Sabat, empezando así, flojamente, como para endulzarlos. Desde ese año 84, desde esa primera nota, seguí trabajando hasta hoy día. Mi trabajo es fundamental para mi vida. 
C.O.-  ¡Imprescindible...! 
E. R.- Sí por muchas razones. Porque me conecta con la gente. Cada una de esas notas es un desafío ético e intelectual. Me proponen entrevistar a determinada persona y es un descubrimiento, un placer hacerlo. 
C.O.- ¿Las elecciones son tuyas? 
E.R.- Generalmente sí. No es un simple diario del interior, sino el de mayor tirada que tiene Argentina en una provincia, sacando Capital Federal. Se priorizan  personajes que viajan desde Buenos Aires a visitar Roca, Neuquen, Cipoletti, Bariloche, Viedma, entre otras ciudades patagónicas. Y eso coincide con mi gusto porque me doy a conocer. No me convocan en números estrictamente comerciales, porque no estoy interesado en esa línea. Así es como entra mi gusto personal. 
RICARDO DEBELJUH.- Lo contás todo muy sencillo, muy fácil. ¿Te costó mucho ir evolucionando desde tus comienzos hasta la actualidad? 
E. R.- Escuché mucho a los habitantes de esos lugares. Las veces que viajé me encontré con gente que cuando conoció quien era me decía: “¡Ah usted fulano de tal, yo lo leo, guardo recortes con artículos suyos!”. Es sorprendente. Uno no le conoce la cara a los miles de lectores diarios que se encuentran con mis textos. Descubrí, por ejemplo, hace muy poquito, a Claudio Basso, ganador de Operación Triunfo. Es de Cipoletti. Fue tapa del diario el día posterior a ser elegido, un lunes, con el título de “Ganó Claudio”. Como si se anunciara que ganó Kirschner u otro la presidencia de la Nación. Con la misma envergadura de título. Y en páginas centrales se ampliaba la información sobre él. Entonces, el martes siguiente tuve que cazarlo, porque fue realmente una captura, y fue tapa nuevamente. Cuando lo entrevisto me dice: “No lo puedo creer, te leo de chico, tengo guardado tal recorte”. ¡Algo realmente extraordinario! 
R.D.- ¡Flor de anécdota! 
E. R.- Digamos que en una pintura a la distancia. Trato de tener en cuenta las conversaciones con mis colegas para aprender acerca del uso de palabras regionales y de expresiones más campechanas, menos urbanas. Y aprovecho los recuerdos de mi vida en provincia. Viví en Bragado hasta los catorce años. Comencé a recuperar giros que usaba entonces y que aquí en la región bonaerense o rioplatense se deforman. Además, nunca trabajo para el personaje, sino que trato de mostrarlo en su profundidad humana. Sus miedos, dudas, que siente nostalgias, que se enamora, todas esas cosas. 
R.D.- Nombraste la palabra miedo ¿lo tuviste en algún reportaje o en determinadas notas que hayas hecho? 
E.R.- No miedo no. Preocupación sí. Una entrevista que tuve que estudiarla bastante fue con Charly García. Es una persona que conocemos como avasalladora, tempestuosa y alterada. Y, sin embargo, es muy distinto a lo que aparece públicamente. Él me citó en su estudio a las 20:30. Allí también ensaya Mercedes Sosa, justamente lo hacía ese mismo día. Él también. Pero terminé haciéndole la nota a las tres de la mañana. Es alguien complejo para relacionarse con él. Mientras tanto lo fui estudiando. Me impresionó, por ejemplo, que él está en el centro de todos sus teclados, en una especie de corona imaginaria. Dos enormes sunchos de hierro pasan por arriba de su cabeza, uno por delante y otro lo cruza, como si fuera una cruz formando un cilindro imaginario. Bueno, él está metido ahí adentro, y solo tienen acceso sus asistentes. Desde allí ordena todo. Es una especie de rey, de dios en su altar. Entonces me pregunté como acotarlo y poner un límite a este inconmensurable tipo. Cuando se sienta cruza estrechamente los brazos como protegiéndose el pecho y también hace como una ese con sus piernas, una cruzada sobre la otra, es como que se repliega sobre sí mismo. Nos sentamos en un sillón. Lo traté de ubicar en una esquina del mismo y me senté delante para acorralarlo y no darle oportunidad que no se moviera mucho. Ahí hice mi juego, digamos. Y le hablé del poder, que es algo que domina. Hablamos del poder del músico sobre el escenario y de lo endeble que es el poder, porque cuando se baja, se queda solo, absolutamente solo. Es la dualidad del apogeo y su reinado, con la soledad más profunda. Con eso trabajamos y salió algo muy lúcido. De loco no tiene nada, solo juega con la locura como muchos humanos jugamos, y ahí salió un reportaje bárbaro. Fue complicado, no le tenía miedo, pero si respeto. 
R.D.- ¿Qué tipo de reportajes te resultan más sencillos? 
E. R.- Hago una charla. No hay recetas para el reportaje. 
R.D.- ¿Pero llevás algo armado o lo hacés con lo que vas intuyendo? 
E. R.- Por respeto, previamente intento conocer la historia del personaje. Pero no me ciño a una grilla de preguntas. Giro más sobre el momento. Por ejemplo, he entrevistado tipos conduciendo un auto desde Comodoro hasta Gallegos, y le pido que me cuente lo que está viendo por la ventanilla del auto. Por ahí va surgiendo una idea y jugamos a partir de ella. A Fernando Peña le hice un reportaje así y se enganchó bien y el reportaje giró en torno a la idea que surgió entre las divagaciones iniciales. Cuando hay lucidez la cosa fluye. 
C.O.- Para mí tu máximo galardón es Serrat. Y quiero preguntarte si no te trampea la emoción en algún momento... 
E. R.- El reportaje a Serrat, el último particularmente, que no es el que vos leíste, es el de la presentación de su último disco. Fue una exclusiva que tomé con mucha tranquilidad en su habitación de un hotel a media cuadra de Plaza de Mayo. Me produjo gran placer hacerlo, porque es una persona inteligente, tiene mucho respeto por la palabra y es un deleite escucharlo. 
C.O.- Es un tipo valioso, coherente.
E. R.- Lo que nunca hago, que es un vicio de muchos colegas y lo fui aprendiendo con el tiempo, es hacer preguntas que demuestren lo que yo sé. Ese tipo de preguntas trato de evitarlas porque además, no le interesan a nadie. Trato de respetar la línea del artista, porque estoy trabajando un poco para él. Pero como también trabajo para mí y para los lectores del diario, bueno jugamos y vamos a medias. 
R.D.- Bueno, Eduardo, fue un momento de gran aprendizaje compartir esta charla con vos. Muchas Gracias. 
E. R.- Sí, espero que haya sido útil. Gracias  ustedes. 

Reportaje Cristina Oller y Ricardo Debeljuh 
Compaginación y desgrabación Chalo Agnelli

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