martes, 20 de diciembre de 2016

ERIK OLLER, SETIEMBRE 2005

Erik Oller es el 28° entrevistado en el programa radial "Retratos en la ciudad" que luego fueron al libro. No sabemos por qué fatal infamia de los objetos inanimados su reportaje se borró de la computadora, pero allí está el libro. El libro siempre un recurso salvador ante las contingencias de la cybernética ineludible. El libro que nos obliga a ahondar más en los temas, en las personalidades... y en este caso de un colega periodista con una trayectoria que nos supera, donde hace anuncios anticipatorios del destino de la Internet y la continuidad de la Radio. Erik Oller decía en aquel setiembre de 2005. 

RICARDO DEBELJUH.- ¿Cómo empezaste en el periodismo y por qué? 
ERIK OLLER.-Hay una especie de paradoja, en esto de presentarme como periodista internacional. Comencé a estudiar periodismo luego de abandonar la carrera de medicina, donde fui un excelente estudiante fracasado de medicina durante tres años. Después me decidí por el periodismo en un tiempo difícil, como el de la dictadura. Lo hice porque sabía que era bueno para escribir, que lo mío pasaba por eso y no por la medicina. Creía que iba a desarrollar mi carrera trabajando en algún diario de provincia, cuanto más chiquito mejor. Veía mi futu­ro periodístico sentado en la mesa de un bar, reproduciendo las noticias chicas de un pueblo chico, de la Municipalidad, la escuela, el cura, «se casa la hija de Don Tito». Recuerdo que en el primer año de carrera un profesor pregunta "¿Por qué eligieron periodismo?" Y un compañero contestó inmediatamente «porque me gusta viajar» Pensé que era mejor que estudiara guía de turismo si le gusta­ba por eso. Es que nunca había identificado al periodismo con movilizarse, aun­que a él no le dije nada para no molestarlo. La paradoja es que yo no fui a parar a algún lugar del norte argentino, sino que me ha llevado a muchos lugares del extranjero que no tenía idea visitar. A tener una vida viajera, que no tuve intención de llevar pero que fue un resultado inesperado. Yo traté de llevar adelante mi sueño y trabajé en un diario de Salta llamado 'Intransigente', que era muy bueno, prestigioso y antiguo. Y allí empezó el carrusel, porque surge la posibilidad de ir a la Antártida. Decido tomar esa oportunidad dejando el diario donde estaba empleado. Y ese fue uno de los últimos empleos que tuve, ya que mi vida laboral ha sido precaria en el sentido de que no estoy mucho tiempo trabajando en un lugar, ya que el destino profesional me ha llevado de un país a otro y de una ocupación a otra. 
R.D.- ¿Qué estuviste haciendo en la Antártida?

E.O.- Cuando quiero impresionar digo que era el 'Encargado de las Comu­nicaciones (Palmer Station) radiales', pero cuando soy sincero digo que era el lavaplatos, que, es más cercano a la verdad. Era una base científica norteame­ricana muy cercana a las bases argentinas y chilenas, en donde necesitaban de alguien que hablara castellano para la comunicación con las bases hispanoparlantes vecinas. Como era una base chica dependía de los helicópteros chilenos y de los aviones argentinos. Tal vez por una tradición norteamericana el lavapla­tos era latino como en Nueva York y yo hablaba inglés. Si uno quiere salir al mundo el hablar dos idiomas facilita mucho, eso hizo que comenzara a colabo­rar con las comunicaciones de la base.
R.D.- Después ¿Cómo continuaste?
E.O.- Normalmente el periodismo y el ganar dinero no van muy de la mano, pero con la experiencia en la Antártida me junté unos pesos y los invertí en un viaje. Con un amigo norteamericano que conocí en la base, fuimos a Bolivia, a Perú. Hicimos la senda de los incas, donde uno va caminando desde Cuzco por los pasos de montaña y llega a Machu Pichu desde la altura. Fue una experiencia inolvidable. Era una época donde los desafíos profesionales no eran tan grandes, pero mi curiosidad y mi sensibilidad hacia los paisajes y los nuevos países hacían que tuviera elecciones profesionalmente tal vez equivocadas. Tenía posibilidades de trabajo acá, pero me había picado el bichito de viajar un poco más.
CRISTINA OLLER.- Estuviste en 'Diario Popular', hiciste revistas en Quilmes, Industriales, «Quilmes y sus deportes»...
R.D.- ¿Pasaste por 'Página 12' también?
E.O.- Mis experiencias periodísticas en Argentina han sido muy diversas en el tiempo y en general cortas todas. Por la que más cariño tengo es por los cuatro meses que pasé en el diario 'Intransigente' de Salta, que tenía una conducta editorial muy firme, un buen diario que fuera muy combatido hasta su cierre. En 'Diario Popular' ingresé mientras estudiaba, haciendo práctica renta­da. Luego me dejaron efectivo con un sueldo muy parecido al que percibía ha­ciendo la práctica. En «Página 12» tuve una relación freelance, ya que nunca fui empleado. Allí hice una de las notas de fondo del suplemento de los domingo que comenzaba a salir. Eran de tono social e investigativo. Lo hice durante los primeros tres números. En ese momento no se sabía dónde iba a parar el diario, que era una constelación de estrellas periodísticas, como Lanatta, que no era lo conocido que es hoy y otros próceres de la actualidad. Fue un proyecto de mucha fuerza donde sentí orgullo - desde un costadito - de formar parte de eso. Nuestros caminos se bifurcaron, el de ellos hacia el éxito y el mío hacia Suecia.
R.D.- ¿En qué costado del periodismo te sentís más cómodo?
E.O.- En el radial. Siento un poquito de nostalgia al estar en este estudio, ya que he pasado algunos años trabajando en radio, con transmisiones en vivo, haciendo reportajes, yendo con equipos de exteriores en Suecia. En los servi­cios en castellano que tenía la radio sueca en aquellos tiempos. Tenía lo quo sería la RAE en Argentina la transmisión para escuchar en el extranjero, se transmitía en onda corta...
C.O.- Te sintonizábamos en casa, con la radio 'Siete Mares'.
E.O.- Después en las radios que se hacían allí, con inversiones considerables e inexplicables, destinadas al bienestar de la población de habla hispana que había crecido considerablemente por el exilio que había provocado las dictaduras latinoamericanas. Era una época de un periodismo apasionado. Uno hacía programas informativos políticos, donde la inversión en recursos y profesionalismo que hacía la radio sueca, permitía que viajara a toda América Latina entrevistando presidentes, que luego ellos utilizaban para sus transmisiones en sueco. Tenían un banco de información que nunca volverán a tener porque esas redacciones han disminuido mucho ahora en importancia. La radio tiene una inmediatez y espontaneidad que ningún medio supera. Ahora cuando pasa algo importante, en Suecia van a buscar a Internet y en Argentina comienza a pasar lo mismo. Pero así como es rápido es cortito lo que pueden poner en Internet, mientras en la radio es más completo y espontáneo. Tal vez lo logre la televisión cuando sea menos dependiente de cámaras y equipos, cosa que hoy la condiciona mucho.
R.D.- El tema de Internet ahora colabora para que radiofónicamente nos podamos conectar también con cualquier parte del mundo...
E.O.- Es fantástico, e incluso porque se pueden escuchar radios peque­ñas y de poca envergadura internacional, desde cualquier sitio del planeta. Se puede sintonizar una radio vecinal de México, desde Europa por Internet, cuan­do todos sabemos que RAE (Radio Argentina en el Exterior) nunca ha tenido demasiado éxito en tener transmisores poderosos que permitan que los argen­tinos la puedan escuchar con normalidad en Europa por ejemplo.
C.O.- Estuviste en la ONU, contanos un poquito de eso...
E.O.- Creo que como antes dije que es importante saber idiomas, tam­bién es cierto que a veces hay que tener contactos o estar en el lugar y el momento apropiados. Esto último fue un poco lo que me pasó en las dos opor­tunidades, porque no fueron trabajos que busqué sino que me ofrecieron. El primero trabajo que hice y que luego me condujo al otro fue ser periodista radial en Nueva York en 1a sede de las Naciones Unidas durante cuatro meses en 1994. Fue para el período de la Asamblea de la ONU, que es la temporada alta del trabajo diplomático, cuando los presidentes hacen su discurso ante la Asam­blea. Se genera una cantidad de información alucinante, que es difícil imaginar cuando uno no ha estado allí, el volumen y la magnitud que tienen las Naciones Unidas, a pesar de que muchos dicen que es un monstruo burocrático que no sirve para nada. Hay parte de verdad en esta afirmación, pero es cierto que es un foro inigualable para la política internacional.
Allí hay una radio que transmitía por onda corta y ahora lo hará segura­mente vía Internet, donde nosotros hacíamos de reportaje de media hora sema­nal, y también transmisiones de cinco minutos diarias con noticias generadas en las Naciones Unidas. Yo lo hacía en castellano así como había otras redac­ciones que lo hacían en ruso, inglés, francés y árabe, que son los idiomas oficiales en la ONU. Un par de años después tuve el honor de participar en una misión de mantenimiento de la paz y afianzamiento de la democracia, que duró unos cinco años. En Guatemala se vivía una situación muy difícil, estaba afectada por conflictos internos; mal socialmente, con una población de diferentes etnias indígenas que carecía de participación y poder de decisión. Allí fui porta voz de la misión seis meses, tarea que considero muy importante y que hice lo mejor posible, con todo mi esfuerzo. Eran jornadas largas de trabajo que dejé cuando mi mujer quedó embarazada, ya que me pareció que no era momento ni lugar apropiado para fundar una familia, y volví a Suecia donde estaba radicado. Uno de mis pocos logros fue hacer la primera campaña de difusión social en siete idiomas indígenas, que con la precariedad de medios que había allí, fue un gran esfuerzo de producción. Porque era traducir a siete lenguas que no tenían registro escrito, ni diccionario alguno, un mensaje de paz, y que denuncien las violaciones a los derechos humanos a que eran sometidos. Entonces hicimos un texto en castellano que tradujimos a siete lenguas, fuimos al interior del país a radios muy pequeñitas, donde los que eran bilingües podían leer en castellano y en estos idiomas indígenas. Luego se enviaron como comerciales a las radios privadas, siendo la primera vez que en Guatemala había producción escrita de éstas lenguas. Un hito, ya que fue un reconocimiento para la cultura de esa gente que había sobrevivido bajo condiciones de opresión, y que de pronto se transformara en un mensaje oficial de las Naciones Unidas en sus radios, creo que significó algo para la autoestima de ésta gente que se esforzaba en el reconocimiento de su idioma, algo no decisivo pero sí muy significativo.
R.D.- ¿Cuáles son las cualidades y los elementos para ser un buen perio­dista?
E.O.- El periodismo es comunicación, y si ésta sirve es mejor. Y si tiene un valor social es mucho mejor. Tenemos toda una escala de posibilidades. Un periodista bueno, decente, muy amable, pero que es un plomazo que se puedo leerlo no es un buen periodista. La condición elemental es que si es un periodis­ta de la prensa escrita, escriba de una manera que sus textos sean atractivos y llamen a la lectura. En el caso de un periodista radial, que se exprese de una manera que capte la atención del oyente. En el caso de la televisión, lo mismo pero con el agregado que se mueva de una forma aceptable y agradable. Natu­ralmente la ética profesional tiene que ver directamente con la credibilidad, y que uno se atenga en el mayor grado posible a la verdad. El periodista debe ser un transmisor de verdades, o al menos, no debe ser un cómplice de las menti­ras. La credibilidad es indefectible tenerla para lograr el verdadero éxito profesio­nal. Ahora, el éxito es una cosa muy relativa. Creo que en nuestro país y en muchos lugares del mundo, hay periodistas exitosos que no reúnen ninguna de éstas dos condiciones. Creo que hay éxitos que no son motivo de orgullo, sino de vergüenza.
R.D.- ¿Cuánto de intuición debe tener un periodista?
E.O.- Es muy importante en todos los órdenes de la vida, lo que pasa es que la intuición es una hermana de la curiosidad y las dos son herramientas
diarias del periodista. Algunos llaman a esto «olfato periodístico».
R.D.- ¿Cómo ves al periodismo argentino, visto con ojos argentinos pero que tienen esa distancia que te permite el viajar tanto?
E.O.- Argentina es un país muy grande y rico en todo sentido, en ejem­plos vergonzantes y en los que son dignos de ser seguidos. Yo creo que hay manifestaciones periodísticas ejemplares, también heroicas y las hay vergon­zantes. La mayoría de éstas últimas, para alguien que proviene de un país como Suecia donde hay televisión de servicio público y códigos de ética muy respe­tados, lo que más llama de aquí la atención es la televisión. Porque no es presentable, es un papelón. La televisión argentina aunque tenga algunos programas novedosos e inteligentes no goza de credibilidad, al menos no la tendría en un país serio internacionalmente. Porque no puede ser que aparezcan cartelitos, o un conductor comienza a hacer publicidad en la mitad de algo, hablan en el que el culto a la belleza y ciertas partes del cuerpo parece lo central, y la filosofía del medio. Creo que la decadencia en la televisión nacional es la mues­tra más evidente de lo que ha pasado en el país, porque es de una superficiali­dad, de un exitismo y de un poder sobre la gente realmente aterrador.
C.O.- ¿Cuánto hace que vivís en Suecia y cómo es la vida allí?
E.O.- Fui a vivir en 1990, medio en broma me llamaba «producto de ex­portación» porque estaba soltero, muy tranquilo aquí en Argentina, y allí bajé la guardia y me enamoré de la que es mi
esposa. Suecia es considerado desde hace tiempo, y cada vez con menos razón, el país del futuro, post industrial, es la antípoda de Argentina. Digamos que estamos muy contentos con la primave­ra, con días de sol con 10 grados, y solo 3 grados bajo cero durante la noche. Y llego a Buenos Aires con un clima otoñal que es comparable con el verano de allá. Es un país que ha figurado desde la post guerra, como uno de los de más alto nivel de vida, hecho por socialdemócratas, donde la educación es gratuita, la salud es pública y más o menos gratuita. Donde el ciudadano extranjero se siente totalmente protegido, uno puede perder su trabajo pero no voy a ir a parar a los caños. El orden social, el económico, la seguridad, le han puesto su sello. La igualdad entre el hombre y la mujer es real. Yo soy' amo de casa', como soy como les dije periodista independiente y entonces, no tener horarios ni responsabilidades de ir a una oficina y tengo el estudio en mi casa, hace que sea yo quien lleve los chicos a la escuela, que haga la comida, lave la ropa. Eso de colgar la ropa en la soguita me parece un tanto femenino, pero soy yo quien reacciona así, ya que a los suecos les resulta normal, pues ellos también lo hacen. Es un país muy diferente, donde a los argentinos después de un tiempo no les gusta mucho, porque la gente es fría y cerrada, el idioma es difícil, el clima muy riguroso. Los inviernos son largos y oscuros, donde el Sol sale a las 10 de la mañana y se pone a las 3 de la tarde, la mayor parte nublado así que no se ve. El latinoamericano suele deprimirse, y demuestra que el dinero no es todo. Pienso que si pudiera llevar lo que gano en Suecia, para vivir en Argentina ¡Qué feliz sería!
R.D.- ¿Cuáles son las cosas que añorás estando allá?
E.O.- Todo, pues creo que Argentina es un país entrañable y extrañable. Cada vez que digo esto todos los argentinos se enojan, porque se la pasan maldiciendo muchas veces al país, cosa que yo no sufro, porque vengo seguido todos los años, pero no lo sufro. Estoy al tanto de todo vía Internet, por amigos y familiares. La gente constituye aún hoy en la Argentina su mayor riqueza y su mayor problema. Tenemos dos personalidades, somos esquizofrénicos, nues­tra alegría mutua es el mayor problema que tenemos. El mismo señor que es tu amigo más solidario es el mismo que cruza el semáforo en rojo, despotrica y no paga los impuestos, muchas contradicciones. Al mismo tiempo la gente es divertida, con vida cultural como ustedes destacan, donde el día parece que tuviese 48 horas, con un clima hermoso y un ritmo apasionante. Un lugar que se merece mejor suerte. En realidad se extraña todo, menos las cosas malas.


***
Aquí terminó la entrevista, que ya tiene 11 años, pero conserva en algunos de sus conceptos - que me atreví a remarcar - una  indiscutible actualidad. Erik Oller, un argentino en el exterior que lleva su nacionalidad adentro, pero vive con la inteligencia del cosmopolitismo y con la sustancia del amor que lo unió a aquel lejano país de la península Escandinava,
entrevista: Cristina Oller, Ricardo Debeljuh
desgrabación, Chalo Agnelli
para el libro "Retratos en la ciudad"


 

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